lunes, 26 de octubre de 2009

Lectura y Escritura: Una forma de vida

“Para poder escribir bien hay que tener aptitudes, habilidades y actitudes. Es evidente que debemos conocer la gramática y el léxico, pero también se tienen que saber utilizar en cada momento” (Cassany, 1995, 36)

Las experiencias de lecto-escritura arrastradas desde la temprana edad, donde aprendimos la gramática básica para desenvolvernos en el ámbito escolar y en la vida cotidiana, se tornan escasas y hasta pobres a la hora de enfrentarnos a los textos académicos. No basta sólo saber los usos de “mb” y “nv” o los usos de “s” y “c”. La escritura académica requiere un compromiso con la lengua y sus usos, una superación constante que se manifiesta y enriquece con la práctica de la lectura, así como de la escritura.

Lectura: comprensión y sentido

Resulta fácil distinguir a las personas que leen con frecuencia y vehemencia (diarios, libros, revistas, etc.) y a las que leen apenas un folleto que cae sobre sus manos, ¿cómo se las reconoce? A través de la escritura.
Si bien uno puede saber las reglas de ortografía de la gramática española y plasmarlo en una hoja sin errores, las proposiciones, frases y visiones reflejadas en el sentido de lo escrito, hablan por sí mismas. Quienes realmente están comprometidos con la lectura, quizás más que con la escritura, lo reflejan en sus escritos y hasta en la propia oralidad. Cabe aclarar que entre la lectura y la escritura existe una “relación inextricable" , y lo antes expuesto no significa que sea necesario escribir luego de una lectura, pero cuando se escribe necesariamente se lee para retomar el texto o terminar una idea.
La lectura y la escritura son una forma de vida, es un círculo vicioso: leyendo se adquieren nuevos conceptos, si son desconocidos se recurre al diccionario, se apropian y se usan, más adelante, en la escritura (sea texto académico o no) o simplemente se los reconoce en otros textos. Al respecto, Jitrik dice que la comprensión “va tramando sin cesar un doble registro: el de lo que, comprendido, resurge en lo que podría ser un valor incorporado que permite comprender, a su vez, otras cosas y otras lecturas, y el de la cultura misma entendida como una incesante y renovada producción de sentido” . Al mismo tiempo podemos asumir que muchas personas prefieren lecturas fáciles, con un lenguaje más bien accesible, y se espantan cuando hay que pensar, volver a leer o buscar palabras en el diccionario porque el texto no es entendible. El desliz se produce por la falta de práctica o de costumbre.
Ya finalizando el año, y luego de entrar en el ritmo universitario, uno se acostumbra, pero aún así el enfrentamiento con textos difíciles y “cerrados” continúa. Lograr una lectura comprensiva o encontrar el sentido de un texto es un trabajo rutinario y, hay que reconocerlo, cansador pero agradable.

Escritura: corrección y reescritura

La difícil y paciente tarea llevada a cabo por nuestros profesores para que pongamos énfasis en la revisión, autocorrección y reescritura, no es en vano. Sin embargo aquí no se puede dejar de lado la posición que el estudiante adopta en el momento de redactar un texto académico. En este sentido vale recordar un pasaje de Cassany: “¡Las actitudes se encuentran en la raíz del aprendizaje de la escritura y lo condicionan hasta límites que quizá ni sospechamos!” . El ambiente de estudio, de redacción, el ánimo para hacerlo, todo influye a la hora de leer y escribir. En el caso de los textos académicos las subjetividades suelen esconderse detrás de las nominalizaciones y del formalismo, pero si surge un error de ortografía, de coherencia o cohesión lo más probable es que el/la estudiante no haya estado en la mejor posición para escribir, haya pasado horas sin dormir o simplemente porque aún no es un/una escritor/a profesional.
En la redacción de un texto académico, y como futuros Profesores de Letras, muchas cosas hay que tener en cuenta luego de conocer a lo largo del año varios autores (Cassany, Jitrik, entre otros) y con ellos técnicas para utilizar en los procesos discursivos a lo largo de toda la carrera. Desde mi punto de vista lo primero que se necesita para redactar, sea un ensayo, una carta o un poema, es voluntad. Escribir un texto desanimado es un plato de comida sin sal, sin sabor (siguiendo a la cocina de la escritura). Además se necesita concentración, inspiración, quizás silencio o música suave.
La escritura en el ámbito académico es imprescindible, sea volcado en un papel o en la computadora. En el caso de los apuntes de las diferentes cátedras, mientras más orden tengamos, sumado a una letra legible y clara, con ideas cerradas en oraciones, sintéticas, precisas, mejor será nuestro rendimiento a la hora de retomar estos textos (propios y muchas veces adecuados al espacio que tenemos para escribir) y corregirlos (pasarlos en limpio) para preparar un parcial o un final. En la instancia de la escritura ponemos en juego nuestras competencias como conocedores de la lengua y amantes de las letras. Escribimos de una manera, dejamos reposar el texto, lo releemos, lo corregimos y lo volvemos a escribir. Eso es una forma de vida.

Leer y escribir día a día

La lectura y la escritura sobrepasan los límites académicos. Leemos y escribimos todo el tiempo, diarios, libros, revistas, folletos, cartas, carteles.
Es necesario superarse día a día, trabajando con los textos, apuntando, subrayando, sintetizando. La lectura forma parte de nuestra vida diaria aunque muchos digan que no les gusta leer, que les cuesta sentarse a hojear un libro, claro está que ellos no eligieron estudiar letras. Los textos nos dan una nueva mirada, nuevos aportes, con cada lectura que hacemos.
Llegar a la lectura comprensiva es muy útil, así como encontrar el sentido de un texto, trabajar con él y hacerle preguntas. Esto es algo que no cuesta mucho ya que nace de la ambición, de la sed de perfección y del compromiso con la carrera elegida. La adecuación y la elección de palabras que debemos hacer, dejando de lado las infinitas formas de decir lo mismo a diferentes lectores, juegan un papel importante. Dejamos en el tintero expresiones orales, coloquiales. Nos amoldamos a quien leerá o escuchará el texto, temblamos por el momento en que nos digan: “eso lo podrías arreglar”, pensamos cuánto nos falta todavía “para poder escribir bien” como dijo Cassany. En fin, estas experiencias no le suceden a cualquiera. Los que tenemos ese entusiasmo por conocer la infinidad de maneras que existen para expresar las ideas y el deseo de superación somos nosotros: estudiantes de letras. Además no es cuestión de escribir bien y de usar las palabras en el momento correcto (adecuar) desde ahora y hasta que terminemos la carrera; el perfeccionamiento y el compromiso lo tendremos para toda la vida, por gusto y placer.

“Confieso que me gusta escribir y me lo paso bien escribiendo. Me resisto a creer que nací con este don especial. Al contrario, me gusta creer que he aprendido a usar la escritura y a divertirme escribiendo...” (Cassany, 1995, 41)

Empezar la carrera de letras es oficializar nuestro compromiso, es nuestro contrato matrimonial con el español y con los procesos discursivos, depende de nosotros hacer que dure para toda la vida, que transcienda esa pasión a través de nuestros escritos y que dejemos como herencia a nuestros alumnos el amor a la lectura y a la escritura.

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